Esta ciudad tambien apesta las largas horas de nieve que no tiene y la oscuridad que sobra en algunas pasadas que dejan ipertérrita.
Las sabias palabras para otros se cuelgan de tu cuello, escalan y se sujetan a tu lengua y a tu mirada que es única para ver so-lo ciertas co-sas.
Yo no era o yo no soy? ya no recuerdo, ínfulas que se atienen a las displicencias auténticas que no miro no por conveniencia sino por que mis años cuajan tranquilos en su tiempo.
Vivo esta humildad hacia la humanidad por que la construcción es eterna y si doy la mano, ya está en parte pagada la existencialidad.
Siento la humildad que Whitman concede a quién quiera leer sus páginas, ese albedrío constante de libertario y sonoro orgullo de saber ser esperanza,porque también los años de jauría perra y violenta hacen que me juegue la piel,ser todo y nada, siempre a la vez.
Vivo con esta humildad y una casa embarrada espera tranquila y frondosa de hojas, pajarillos, luminosos cielos, blandas nubes y animalitos varios, se moja cada vez que llueve, como mis ojos durante estas mañanas.
Amo esta ciudad como la otra, que pare la rabia de sus conciudadanos frescos de raja que parodian su propia existencia territorial, odiándose por (no) estar ahí, exculpándose por la ociosidad de una añeja cítrica crítica al sistema, como si no fueran el reflejo de lo que se desea.
Las sabias palabras para otros se cuelgan de tu cuello, escalan y se sujetan a tu lengua y a tu mirada que es única para ver so-lo ciertas co-sas.
Yo no era o yo no soy? ya no recuerdo, ínfulas que se atienen a las displicencias auténticas que no miro no por conveniencia sino por que mis años cuajan tranquilos en su tiempo.
Vivo esta humildad hacia la humanidad por que la construcción es eterna y si doy la mano, ya está en parte pagada la existencialidad.
Siento la humildad que Whitman concede a quién quiera leer sus páginas, ese albedrío constante de libertario y sonoro orgullo de saber ser esperanza,porque también los años de jauría perra y violenta hacen que me juegue la piel,ser todo y nada, siempre a la vez.
Vivo con esta humildad y una casa embarrada espera tranquila y frondosa de hojas, pajarillos, luminosos cielos, blandas nubes y animalitos varios, se moja cada vez que llueve, como mis ojos durante estas mañanas.
Amo esta ciudad como la otra, que pare la rabia de sus conciudadanos frescos de raja que parodian su propia existencia territorial, odiándose por (no) estar ahí, exculpándose por la ociosidad de una añeja cítrica crítica al sistema, como si no fueran el reflejo de lo que se desea.
Es anarquia.
Es integridad.
Es lo que hay.
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