Posteriormente, en Robots e Imperio, un robot desarrolla lo que se llama la Ley Cero o Zeroth, que establece que «un robot no puede dañar a la humanidad, ni por inacción, permitir que ésta se ponga en peligro». También decide que la presencia robótica está sofocando la libertad de la humanidad, por lo que la mejor línea de acción es la desaparición por sí mismos de los robots. Una historia que no es de robots, El fin de la eternidad, muestra un conflicto similar y una misma resolución.
En la serie de la Fundación, que originalmente no tenía robots, el personaje Hari Seldon desarrolla la ciencia llamada psicohistoria a través de la que podrá lograrse crear un imperio después de 1.000 años. Esta serie tiene su propia versión de los guardianes de la República de Platón en el libro Segunda Fundación, que perfeccionan y protegen el plan. Cuando Asimov termina de escribir la serie en los años cincuenta, la Segunda Fundación eran presentados como los protectores de la humanidad. Cuando en los años ochenta revisita la serie, le da un tono aún más explícito al tema paternalista.
En Los límites de la Fundación introduce el planeta «Gaia», obviamente basándose en la hipótesis Gaia. Todo animal, planta y mineral de Gaia participan de una conciencia común, formando una super-mente que trabaja conjuntamente para el bien común. Al final de esta novela, el protagonista Golan Trevize debe decidir si permite o no el desarrollo de «Galaxia», una mayor versión de Gaia que abarca toda la galaxia. Además se introduce a los robots en el universo de la Fundación.
Aun así, es en Fundación y Tierra donde aparecen los primeros robots de la serie que interactúan con los personajes. Y las posteriores protosecuelas, Preludio a la Fundación y Hacia la Fundación, exploran su comportamiento con mayor detalle. Los robots se han revelado como ocultos benefactores de la humanidad.
Otro tema frecuente, tal vez el revés del paternalismo, es la opresión social. «Las corrientes del espacio» toma lugar en un planeta donde crece un fibro-vegetal único, y a los campesinos los explotan los aristócratas de un planeta cercano. El héroe de En la arena estelar ayuda a un planeta que es oprimido por un arrogante imperio interplanetario, los tyranni.
Las víctimas de la opresión son muchas veces la gente de la Tierra (a diferencia de colonos en el espacio) o los robots. En «El hombre Bicentenario» un robot lucha contra el prejuicio para hacerse aceptar como humano. En «Bóvedas de acero», la gente de la Tierra siente antipatía hacia los ricos «espaciales» de otros planetas y trata a los robots (asociados con los espaciales) de una forma semejante a la de los norteamericanos blancos trataban a los negros a principios del siglo XX, por ejemplo, dirigiéndose a ellos como muchacho. «El guijarro en el cielo» muestra una situación parecida: el Imperio Galáctico gobierna la Tierra y su gente usa términos tales como Miserable terrícola (Earthie-squaw), pero la Tierra es una dictadura teocrática que impone la eutanasia a todos a la edad de sesenta años. Los héroes son Bel Arvardan, hidalgo galáctico que tiene que superar sus prejuicios y Joseph Schwartz, un sesentón estadounidense del siglo XX que había emigrado desde Europa, donde su pueblo fue perseguido (es bien posible que fuera judío), y se encuentra transportado en el tiempo hasta la época de Arvardan. Tiene que decidir si ayuda a una sociedad oprimida que no lo considera apto para seguir viviendo.
Aun otro tema frecuente de Asimov es el pensamiento racional. Fusionó el misterio policíaco con la ciencia ficción en la novela «Bóvedas de acero» (1954) y en los cuentos de «Misterios de Asimov», en los que generalmente jugaba limpio con el lector introduciendo temprano toda ciencia y tecnología involucrada en la resolución de la trama. Más tarde produjo obras de ficción policíaca, incluyendo la novela Asesinato en la convención y los cuentos de los Viudos Negros, en los que siguió la misma regla. Frecuentemente en toda su ficción, las escenas importantes son esencialmente debates, siendo el ganador el lado más racional, el más humanitario, o simplemente el más persuasivo.
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