La otra noxe soñé, Alejandra.
Lo raro de esto es que lo recuerdo y eras tú quién asomaba de entre pastizales verdes y organzas marinas. Reías y hacías plausible la felicidad en un millar de ramitas acariciadas por tus manos, tus dedos, pasadas por el cedazo de tus movimientos, por el fulgor de tu tacto, el sopor del contacto. Yo te miraba Alejandra, y deseaba ser una ramita más, una elgida para ser, una distinta donde posaras tu mirada y con vaivén inquieto, ni siquiera pensaras y me contuviera en tu mano, un segundo, tres.
Miraste mis ojos que con placer fatuo disfrutaban la visión y el deseo de ser flor. Te posaste en figura oblicua frente a mi mirada aturdida, escapada. Tu beso dibujó en el aire una estela arremolinada antes que tu mar, que se abrió paso por mi lengua húmeda centelleara. Mis manos detrás de tu cabecita, de esa pequeña y singular belleza, mi mano canturreaba por tu cuello y bajando por tu espalda tu pexo, de este otro lado, abría su color.
Alba, corazón de sandía delator, explorador de cavidades, silueta, tu silueta creyéndose yo.
Entonces la música de tu voz y la poesía asomó de contrabando cuando tu ropa cayó, supe dónde estaba, dónde el calor. Se abrió el sol y el cielo oscuro me tapó. Viajo a tu noxe y la creación pervierte el miedo, lo subyace, desorienta y envenena de marinos aromas y canciones de ensueño. La carrocería se olvida y llegamos a esa desnudez que una no espera, esa que creíamos saber.
Alejandra, no cambio mi sueño.
Deseada tu piel, no puedo viajar hacia ti.
No aún, amada.
Lo raro de esto es que lo recuerdo y eras tú quién asomaba de entre pastizales verdes y organzas marinas. Reías y hacías plausible la felicidad en un millar de ramitas acariciadas por tus manos, tus dedos, pasadas por el cedazo de tus movimientos, por el fulgor de tu tacto, el sopor del contacto. Yo te miraba Alejandra, y deseaba ser una ramita más, una elgida para ser, una distinta donde posaras tu mirada y con vaivén inquieto, ni siquiera pensaras y me contuviera en tu mano, un segundo, tres.
Miraste mis ojos que con placer fatuo disfrutaban la visión y el deseo de ser flor. Te posaste en figura oblicua frente a mi mirada aturdida, escapada. Tu beso dibujó en el aire una estela arremolinada antes que tu mar, que se abrió paso por mi lengua húmeda centelleara. Mis manos detrás de tu cabecita, de esa pequeña y singular belleza, mi mano canturreaba por tu cuello y bajando por tu espalda tu pexo, de este otro lado, abría su color.
Alba, corazón de sandía delator, explorador de cavidades, silueta, tu silueta creyéndose yo.
Entonces la música de tu voz y la poesía asomó de contrabando cuando tu ropa cayó, supe dónde estaba, dónde el calor. Se abrió el sol y el cielo oscuro me tapó. Viajo a tu noxe y la creación pervierte el miedo, lo subyace, desorienta y envenena de marinos aromas y canciones de ensueño. La carrocería se olvida y llegamos a esa desnudez que una no espera, esa que creíamos saber.
Alejandra, no cambio mi sueño.
Deseada tu piel, no puedo viajar hacia ti.
No aún, amada.
1 comentario:
que tristeza este poema al lado de la vida que habla, la que eliges, para qué confundir el día si ya es suficiente y bien recibido misterio en la luz,para qué enturbiar los sentimientos, el agua clara de los sentimientos cuando son profundos, reales, más allá de las palabras que se dicen día a día para vivir, para qué humillar a la compañera viva si ni siquiera quieres escribir tu nombre en la página blanca
te dejo esta duda del arte de ti
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