Que mi mente no se estrelle en el saber salvaje de no saber.
Que mis ojos contengan la mayor cantidad de agua sulfatosa.
Que mis manos sepan sostener el camino empinado que amerita la gota de sudor en la frente, que se moje mi entrepierna de caminar al sol paso a paso.
Que mis hombros sostengan mis pesos precisos, aquellos que no dejarán de ser.
Que mis pies no se quemen en este infierno apuñalado.
Que mi verticalidad no signifique una espalda cansada, una columna estrecha, un vetusto trozo de algo.
Que mi boca sea realizadora de la más fantástica obra de sonidos silbantes.
Que mis rodillas no aprieten sin fuerza sus músculos.
Que no caiga, que la redención no exista, que ser héroe no signifique nada, que mis dedos no se doblen, que la ilusión sea la realidad, que no exista dios para decirme que él tenia razón, que mis guesos no se vuelvan gelatina, que tu nombre no sea recuerdo, que mi pupila no se confisque, que mi palabra no adelgace, que mi amor a la humanidad no se apague, que Asimov no haya muerto, que mi abuelo me diga un secreto, que mi padre me ame y mi madre no odie.
Que las semillas no acaben, menos la marihuana. Que la sonrisa no sea plagio y que tu domingo sea celeste. Que no cueste.
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