Quizas no sea más que estas palabras que escribo, este sueño deliroso en el que me sostengo.
Yo no sabía como amar hasta que lo hice, hasta que vi en sus ojos la primavera de un sueño que buscamos a tientas en la fuente de los deseos. No hay transformación que en mí no quiera ejecutarse, configuro mis espacios con los suyos por que no hay necesidad, sino amor. Ese deseo de cuidar a mi otra, la entrega de tiempos y espacios que traducen la eternidad a un orgasmo, a una misma, al espejo y verse doble. Combinar los tiempos hacia una perfección desigual donde podemos mover nuestras anclas un poquito más acá. Yo todavía sueño con ella y su apariencia bicicletera y me parece que fueran años de eso y no, y no y sonrío por que somos años, igual. Años de espera igualada en la tragedia de saberse sola inmersa en la desesperada figura de un desamor abismante y sujeto a acuerdos. Yo sonrío por que recuerdo su no sonrisa colorida como se ha vuelto, por que sus ojos hablan más que antes y por que sus manos acarician mi piel como una primera vez y su lengua recoge ese abismo donde había caído. Nunca más podré decir ciertas cosas.
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