martes, abril 15

NoTAs


Ella cantaba sonriente su letanía, cabalgaba con cabellos a la fuerza el pulso sediento, olía su vaivén desprevenido, hablaba con su boca muerta y sus saberes mágicos. Yo sonreía culposa de no morir, cautelosa de irme sin prisa y ese calor que anunciaba desgracia. Más la posesión reincidente era el galardón dorado de la fiesta, cabalgo, cabalgo, cabalgo y grito desaforada la rabia indómita de tantos años sosegados. Mis manos en la comparsa irresistible que te da el don del dolor, gemía en su cuerpo dolorido de amor, huía en la telaraña oscura de la dimensión cuarta, ese color.
Sin ninguna fuerza la calavera desplaza sus nervios al poder, ella lo sabe, también lo sé.
La iglesia me puso botones en la chaleca azul de lana de una feria recogida quizás y me los quité de a uno, casi de la piel. Ha empeorado el sangramiento en la oficialidad, mis argumentos ya no convencen a nadie más que yo y el otro montón me urge en su urgencia desvalida; caigo en la cuenta y advierto quien soy o quizás quien no y eso cuando saberlo?
A: Cuando me lo digan a los ojos profundos de la ausencia descolorida en tonos brillantes e incautos
B: Cuando el teléfono móvil deje sus malditas coordenadas obsoletas ya en la comunicación hostil y refregada en lo absurdo de la comparación antaña por no decir antigua
C: Cuando dios me toque con su puta modestia y perdone mi ser pecador por amar a la mujer

Sangro y no es por la herida que ya conocemos cumplo mi sueño de mujer sin hijos, sin libros ni árboles que aten la condena de no ser como cualquiera por estos días tontos del frío relámpago que cruzó. Mi boca ya no es de nadie y mi palabra de quien la desee. Mi cuerpo tampoco es y les he engañado por tanto.


Amo el verde rojo en el ojo.
y
pueden llamarme como quieran.

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