viernes, enero 18

RECUERDO EN BLANCO Y NEGRO, para empezar


El color rojo del foco era quien avisaba si se podía o no entrar. Aunque, pensándolo bien, nunca entré cuando ese mínimo espacio era habitado por él. Mínimo. No necesitaba más para la presdigitación, la magia que allí ocurría. Mi vida hubiese sido otra, sin duda, de haber habitado juntos en esa oscuridad. El aroma fuerte, la escasa visión, , los perros sujetando los papeles que colgaban de un lado a otro, las botellas de líquidos fragantes, los bolsos, el desorden en su justo orden. Lo imagino con su camisa arremangada, siempre en el atraso de la entrega, nunca me atreví a entrar con él a su templo, nunca me invitó. Yo hubiera ido.

Me atrevía cuando el foco estaba apagado, clara señal de que nadie habitaba, registraba, olía, tocaba, miraba.


Él es mi abuelo. El mínimo espacio, el cuarto oscuro donde trabajaba sus fotos.


Han olido alguna vez, como a una flor, una cámara fotográfica?

de esas rancias, olvidadas, que no se conectan al pc, ni dicen cuantos pixeles pueden atreverse a tener, ni de esas que apretas el botón y aparace el flash como por arte de magia, no, no de esas...las otras, las que nos venden como reliquias, por que claro a estas alturas pueden parecerlo. Las han olido alguna vez?, les han tomado el peso?, han mirado la mirada de otr@s a través del lente lleno de diagramas?...Por que ademas ya se ha olvidado la fotografia cerrando un ojo y abriendo todo los sentidos por el otro, arrugándote, creándote una imagen, ésa, solo ésa.

No? yo sí, por eso no me gustan las flores y amo estas maquinas perfectas, estas maquinitas preciadas, ar-qui-tec-tó-ni-cas. Les invito a oler, como a un libro también, y a mirar con un ojo al rededor, huelan al mismo tiempo. Es lo más que hay.


A mi abuelo querido.
(la imagen es Alejandra Pizarnik)